Luna Negra


LUNA NEGRA

                Esta no es una historia mas, quizás esta sea la mas antigua y la única leyenda que es real en su totalidad.  Se remonta a tiempos arcaicos, cuando Dios todavía no había creado al hombre. En la corte celestial había un grupo designado por Dios denominados los arcángeles; seres protectores cuya tarea era eliminar todo lo corrupto de la faz de la tierra antes de la creación final del señor.
En el ceno de este pequeño escuadrón había uno en especial que no duro hasta la creación del hombre. Luzbel se corrompió tanto del mal de la tierra que ya no pudo seguir en el celestial paraíso. Desterrado por los suyos, Luzbel cambió, esa corrupción llego hasta el comienzo del ser humano.
A pocos años de la creación Luzbel ya convertido en Lucifer se enamoro, mas bien se obsesiono de una mujer humana.  Tal fue su deseo por aquella humana, que la corrupción que habitaba en el llego a ella. Por tal acto la mujer, cuyo nombre fue olvidado se convirtió en algo totalmente distinto a todo. La pobre humana se transformo en Lilith, el primer demonio del mundo.
Por su dramática conversión, en ella se concentraron los siete poderes más dañinos de todo el universo.  A consecuencia de todas sus experiencias, Lilith sirvió para resguardar esos poderes, pero estos no la perjudicaron.  La historia cuenta que el único daño que le hicieron fue una obsesión casi dañina por el semen del hombre humano.
Todo aquel semen que no terminase justamente en el lugar correspondido o liberado en sueños terminaba a merced de ella. Luego de siglos reuniendo tantas muestras, la demonio se entero de un hecho que no había ocurrido en su vida como humana; Lilith estaba embarazada.
                Concentro todo su poder en protegerse para así  llegar a completar lo que jamás pudo en su forma original. Al llegar a la cumbre de su poder, en medio de la cual era invencible, controlo los fenómenos de la naturaleza. Lilith hizo que la luna se alejase de la tierra justo en el momento de su parto, dejando así los siete espíritus  malignos libres en forma de  siete pequeños e indefensos bebes.
                Se dice que justo en el momento en el cual ella comenzó el parto, la raza humana entro en un estado mental inconsciente conocido como Luna Negra. Esa noche los espíritus bélicos fueron libres de viajar a donde les placiese sembrando la semilla del pecado nuevamente sobre la tierra.
                Mientras la raza humana no estaba presente en el acto, el demonio juro que sus hijas tendrían la fuerza suficiente para sobrepasar sus poderes. Las miro viendo sus características y buscando nombres adecuados a ellas.
                La mayor tenía el pelo negro con ligeras ondulaciones, y los ojos verdes de un tono casi marrón.  La vio tan distinta a ella misma y tan delicada como ningún otro ser. De la nada le llego el nombre decidido para su primera hija: Ella se llamaría Aamon.
                La segunda distanciaba tanto de la primera como ella misma. Esta tenía el pelo negro y los ojos de un azul intenso vivas y suspicaz. Le recordó al engañoso y ágil zorro. Le gusto la forma en que su pequeña la miraba y entre sus claras orbes encontró el nombre perfecto. Ella se llamaría Alouqua.
                La tercera de pelo marrón y claro con unos ojos grandes y grises que reflejaban serenidad y confianza. Vio que cuando se relajaba esta levitaba un par de centímetros sobre el suelo y eso la hacia reír como los gorriones a primeras horas de la mañana. Entre risa y risa decidió su nombre. La tercera de sus hijas se llamaría Abigor.
                La cuarta de sus hijas parecía tener la fuerza de un dragón, igual que la quinta, pero eran tan diferentes entre si. La mayor de las dos  tenía el pelo marrón rojizo y los ojos de matiz amarillo que no se confundía de ningún modo con el verde. Por otra parte la menor tenía el pelo marrón con mechones más claros y ojos oscuros casi negros. Solo al verlas decidió sus nombres, serian Arioch la mayor y la de ojos oscuros seria Asmodeo.
Por fin miro a las dos más pequeñas, la mayor entre ellas estaba sentada junto al fuego mirándolo fijamente; justo en ese momento la madre vio un destello morado en ellos y sumado con el pelo negro y de rulos que tenia, decidió el nombre rápidamente. El nombre de esta pequeña seria Agramon.
                La última de sus hijas estaba tranquila junto a las mayores, durmiendo plácidamente. La madre la sujeto entre sus manos, haciendo que se despertase. Abiertos sus ojos parecían un bosque poblado, de un verde único. Haciendo sintonía con su pelo marrón casi negro. Sonriendo levemente pensó un nombre para la más pequeña de sus hijas, hasta dar con el correcto. La más pequeña se llamaría Agares.
La madre jamás pensó que los siete espíritus malignos que en su interior se hallaban, se habían combinado en ella creando siete contenedoras distintas. Estos siete espíritus serian conocidos luego de milenios como los pecados capitales.
Abigor seria la contenedora de la  Lujuria. Agramon de la  Gula. Aamon de la Avaricia. Alouqua de la Pereza. Mientras Arioch seria Ira. Asmodeo la Envidia y la mas pequeña Agares la Soberbia. . .

                Agares y Alouqua caminaban a la par por el verde plano que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Cualquiera que se cruzase con ellas pensaría si quiera que fueran parientes. Eran tan distanciadas entre si como el sol y la luna, cual día y noche.
                La mayor poseía una cabellera tan negra cual ébano, haciendo perfecto contraste con su piel pálida como la nieve. Sus ojos brillaban y centellaban como el fuego encendido, siendo estos de un matiz rojo único entre toda la humanidad. Pero al mismo tiempo sus vivos ojos demostraban cansancio en cada paso y una mirada distante y soñadora.
                Su vestimenta negra consistía en una toga utilizada mayormente en esa época. Tenía un escote en la parte delantera, y en la parte inferior dejaba ver una de sus definidas piernas, de un tono aun mas claro que el de su rostro. Completaba la prenda con una capa del mismo color con los bordes tejidos en oro.
                Completa esa visión reflejaba lo que seria una mujer de joven aspecto. A la vista era atractiva  para cualquier hombre. Su estatura no sobrepasaba el metro setenta, quizás un poco más. A pesar de ese tamaño era baja comparada con todas las mujeres que la rodeaban, excepto una.
                Agares con su metro sesenta y cinco tenía un porte único e intimidante. Sus ojos eran atemorizantes, de un verde tan claro cual manzana que con una vivaz mirada hacia que cualquiera se sintiera inferior. Su piel era tan o mas blanca que la de su hermana, dándole un toque inocente a su rostro. Su pelo  cual madera de haya era liso y le llegaba poco mas arriba de la cintura.
                Vestía una toga negra utilizada mayormente por gladiadores, pero tan bien arreglada que podía pasar por la de una reina. Un casco de oro blanco tapaba parte de su pelo protegiéndole la cabeza, pero mas que todo lo usaba por el placer de sentirlo suyo único. En sus antebrazos, cual armadura, se hallaba el arma más filosa conocida por el hombre, Completando el complicado conjunto, en su espalda se hallaban sostenidas dos largas espadas.
                Rara vez se acercaban esas parejas, pero debían hacerlo, se lo habían prometido a sus hermanas. Alejándose ya del campo abierto encontraron una simple casa que serbia de comedero para los pobladores de esa pequeña cuidad, al mismo tiempo que lo utilizaban para reunirse con conocidos.
                -¿Puedes entrar tu?- Dijo Alouqua a la menor sabiendo que ella haría que le diesen lo que sea, mientras que a ella le daba flojera llegar hasta el mostrador.
                -Ya voy, floja- dijo con un tono fuerte, claramente bromeando con la mayor- Pero me la vas a pagar.
                Entro lentamente, pasando desapercibida por todos los presentes. Llego hasta el mesón donde atendían a las personas. Con la mirada clavada en este pidió dos bebidas fuertes y algo de comer de nombre extraño.
                -Esa bebida es muy fuerte para una mujer- dijo el señor viendo a la muchacha frete a si- Aun mas si es tan joven.
                .-No me interesa, démelos- respondió con la arrogancia propia de ella.
                El señor se los entrega aterrorizado por su tono,  pidiendo a todo en lo que creyese que esa joven se largase del local. Ella hizo lo propio pero entes de salir por la puerta le dirigió una risa que hizo que todos los presentes se helaran.
                Al salir le entrego todo a su hermana, a la que encontró dormida en una silla externa. Intentando no despertarla la acomodo, sabia que su hermana debía estar muy cansada, a parte de que la mayor era así.
                Sintió unos pasos tras ella, prevenían del sitio que dejo atrás. Sintió que un humano subía la mano para tocarla o hacerla voltear. Sin siquiera moverse supo que no era mucho mayor de dieciséis años, según ella era la edad mas detestable de estos seres; se creían dueños del mundo.
                -Ni se te ocurra intentarlo- dijo con el mismo tono de ultratumba.
                -Discúlpate por tu comportamiento con el señor – dijo el joven confiado, ella sabia que no aparentaba mas de la edad que el tenía, pero nadie y menos un humano le daba ordenes.
                -Yo jamás me disculpo- dijo con el tono mas frio y cortante que pudo, haciendo que su hermana se despertase.
                Con cara de fastidio Alouqua miraba la escena, sin pensar mucho sabía que su hermana había sido ella misma haciendo de las suyas. Se levanto lo más lento que pudo y se dirigió al muchacho.
                -Sera mejor que te largues- dijo con su tono normal haciendo que el joven se sonrojase
                -Yo… yo no… no me iré hasta que ella se disculpe con el sueño- dijo tartamudeando y alejándose ligeramente de la mayor.
                -Respuesta equivocada, mocoso- antes de que el muchacho comprendiera lo sucedido, Alouqua le había dado y fuerte y atinado golpe en el estomago.
                El muchacho se tiro al suelo intentando buscar aire mientras la joven se retiraba. Pocos pasos después sintió que el muchacho haciéndose el valiente le lanzada un golpe. Entre risas lo esquivo y de un solo golpe lo dejo en el suelo varios metros más atrás. Se acerco a el y lo9 volvió a golpear partiéndolo una pierna y alejándose luego.
                Antes de llegar a donde estaba Abigor, voltio y le dedico la sonrisa mas macabra del mundo.
                -A la próxima no vuelvas a despertarme- dijo siguiendo su frase con un larguísimo bostezo.
                Al llegar a donde su hermana, simplemente le dio un golpe por la nuca y siguió caminando, seguida de la menor. . .

                A lo lejos se veía la silueta de dos muchachas de mas o menos el mismo tamaño. Peleaban, sus gritos ensordecedores resonaban por los alrededores. No se notaban enojadas, sino en desacuerdo, uno un tanto ruidoso. Así eran ellas, ruidosas y con un carácter tan fuerte como el de un Dragón.
Una de las dos, la que parecía mas molesta, tenía el pelo de un matiz marrón rojizo cuyo tamaño no sobrepasaba los hombros. Su piel estaba tostada por la exposición al sol, dándole un aire exótico. Sus ojos se veían vivos y centellantes de un color amarillo brillante.
                En sus ojos se reflejaba decepción, ¿De que? Del mundo en general. Esa decepción enceguecía sus ojos, la molestaba de tal forma que no controlaba sus acciones.
Su vestimenta era blanca con bordados en oro, adornándose con un ligero escote en la espalda. En su antebrazo derecho llevaba una pulsera de oro amarillo puro. La pulsera ocupaba todo el espacio antes del codo, su forma era la de un dragón perfectamente realizado.
¿Por qué un dragón?, es la máxima expresión de la furia en el mundo, lo que según ella. Era peor que enfrentarse con ella misma. Un ser tan parecido pero tan distanciado. Nadie se imaginaria que frente a esta imagen tendrían pavor. Pero, ¿Quién no le temería a la Ira?
Su acompañante tenía el pelo marrón de un largo considerable, adornado por la misma naturaleza con unos reflejos amarillos. Sus ojos reflejaban el deseo de salir triunfante sobre sus profundas orbes negras. Su piel era de la misma tonalidad que la de su acompañante.
Alguien diría que eran hermanas, yo lo dudo. Se distanciaban mucho, aunque se parecían aun más. Los ojos triunfantes de la menor la hacían ver inocente frente al odio reflejado en la amarilla mirada de la mayor.
Por otro lado su vestimenta era idéntica a la de la otra, a pesar de que los zurcidos eran hechos en oro blanco. Esta llevaba el su dragón característico en el antebrazo izquierdo. ¿Qué significaba para ella el dragón?
El triunfo de tener algo que su hermana posee y que ningún otro mortal podría tener. Ese era el pensamiento de la encarnación de la Avaricia. Tan bella como el día, decepcionada de todo lo que tiene.
Las dos se miraban fijamente, retándose la una a la otra a contradecirse. Una con envidia de la sabiduría de la otra y la contraria con había de no ser escuchada.
-Yo te lo digo Arioch, Atenas esta pasando aquella planicie- dijo señalando un lugar desierto la de ojos negros. Su mirada brillo con duda, pero se mantenía firme con su ideal.
-Asmodeo estas mas perdida que yo, mejor preguntemos dónde esta-  escupió la de pelo rojizo entre rugidos. Odiaba preguntar, demostrar estar equivocada, en general odiaba casi todo.
Al poco tiempo de haber hecho aquella insinuación, un muchacho se sintió atraído por los gritos. Las vio desde lejos y se intereso en su discusión. Pobre, no sabía lo que se esperaba el estar frente a dos grandes demonios. Pero la ignorancia humana es, en si, su peor defensa y su mayor suicidio.
-Disculpen, a que lugar se dirigen, puede que yo sepa donde esta- dijo este muy interesado. No supo que le estaba dando la razón a una y que eso sellaría su vida y muerte para siempre.
-Viste, te dije que deberíamos preguntar, hace años que no  vamos hacia allá- comenzó a ceremonia Arioch, pero fue interrumpida por la menor. Hacer enojar a la Ira misma no era la mejor idea y menos cuando ya estaba molesta.
-¿Sabes hacia que lugar queda Atenas?- dijo cortantemente.
-Se están dirigiendo hacia el lado contrario, Atenas esta hacia el este, ustedes se dirigen al sur- dijo centrando toda su atención a la castaña, lo que hizo que Arioch se volviese ella misma, por así decirlo.
Se dirigió hasta un lado del hombre dejando apenas unos centímetros de distancia. Sin que nadie se diese cuenta, saco una daga de debajo de su vestido y la escondió detrás de ella. ¿Quién podía culparla?, la humanidad misma la hizo ser así.
-Gracias, entrometido- dijo para luego clavársela en un punto vital; nadie la hacia sentir inferior, menos un simple humano. Quizás se sobrepaso, pero no sufría el mínimo sentimiento por su acción.
-Que voy a hacer contigo, si a cada persona que te habla las matas- bromeo su hermana dirigiéndose al lado de la mayor. Sabía que ya se había relajado y era tiempo de bromear.
-Sabes que nadie se mete conmigo Asmodeo, no lo permitiré- replico sobradamente la de amarillas orbes. Ese era su carácter y nadie podía cambiarlo, o ¿tal vez si?
-Si ya se, solo desearía estar ten bien ubicada en el plano como él, eso seria muy placentero, viajar sin preocuparme de perderme.- surgió la idea en la menor.
-Así hubiese estrado desorientado hubieses querido una de sus cualidades, ya quítasela y listo- replico rápidamente, cediendo a la menor lo deseado, ya que si no volverían a pelear y ya tenía dolor de cabeza.
La de castaño cabello se agacho junto al joven. Con un rápido movimiento sobre su cabeza saco una ligera luz. Lo que estaba haciendo era quitarle sus habilidades, cosa que podían hacer las siete hermanas, pero solo ella lo utilizaba.
-Gracias, fuiste de mucha ayuda- susurro cerrándole los ojos ya sin vida alguna. Probablemente lo encontrarían dentro de poco o quizás nunca. Eso sí jamás imaginarían ni sospecharían que esto fue obra de dos viejas y a la vez jóvenes molestias. La Ira y la Envidia.  
Pronto retomaron su rumbo, esta vez sin distracción alguna y sabiendo a donde dirigirse. Este iba a ser un viaje accidentado y seguramente el último que harían juntas. Deberían disfrutar de esos momentos. Su paz sería muy corta comparada con su milenaria vida.
Un cambio que las separaría estaba cerca y, por mas que lo podían sentir, lo ignoraban. Este viaje marcaría y sellaría su destino, uno que jamás estuvo definido. . .

Dos muchachas se hallaban en la puerta de una humilde casa, de la que salían unos extraños ruidos. Agramon con pelo negro y rulo hasta los hombros, ojos de un tono violeta claro y brillante.
Su vestimenta era sencilla y floja, consistía en una pieza de tela azul, muy rara en esas regiones, pero a simple vista desechada por muchos. Muy herrados eran aquellos que lo hacían, pues esta era una de las piezas mas poderosas del universo. Podía convencer  a cualquiera de su opinión, lo que utilizaba para servir como mediadora para sus hermanas.
A su lado intentando destrozar la puerta de hallaba Aamon. Vestía una linda prenda nada sencilla, era una obra maestra de naranja matiz, combinando totalmente con sus ojos. Su pelo negro ondulaba cayendo como una cascada hasta sus hombros, que se podían ver a través de la pieza.  Su piel tostada la hacia resaltar desde lejos.
Adornando el conjunto, ubicada en su cabeza había una tiara de oro puro que complementaban sus decenas de pulseras. En sus orbes naranja se expresaba inquietud.
-Abigor, apúrate, debemos estar en una semana en Atenas- dijo sin dejar de golpear la puerta.
-Ya voy solo déjenme disfrutar un momento mas – respondió una femenina voz desde adentro, entre cortados gemidos de placer.
-Sal ya de allí- dijo la de ojos violetas.
Al decir eso, todo lo de adentro se silencio, el único ruido que se oía era el golpeteo que mantenía Aamon sobre la puerta. Pasaron alrededor de cinco minutos con todo en casi total silencio. De pronto la puerta se abre justo en el momento en que la de vestido anaranjado golpea la puerta, rompiéndole la nariz al acompañante de su hermano.
Después de un corto silencio, se oyó la risa de las tres hermanas, siempre, repito siempre pasaba eso con los amantes de Abigor. La mayor de las hermanas le terminaba partiendo la nariz.
Al poco tiempo de que cesaron las risas, salió de la pequeña casa la joven de pelo marrón y ojos grises. Su vestido era de azul casi blanco  y de su espalda brotaban dos grandes alas negras. Salía con una sonrisa única y caminaba como si no hubiese sucedido absolutamente nada.
-Por lo menos estamos a un solo pueblo de Atenas, no soportaría llegar tarde a nuestro cumpleaños – dice la mayor entre risas enfocando sus anaranjadas orbes en sus hermanas.
-Ya nos estamos haciendo viejas- se lamento entre bromas la menor mirando el cielo con sus penetrantes ojos de matiz morada.
-Ya son diez mil quinientos, que viejas nos hemos hecho- sonrío la del medio- mamá estará orgullosa de vernos.
-Te creo, hace quinientos años no quería que nos fuéramos- recordó la mayor
-Si, como estarán las demás, no las hemos visto en siglos, quizás hasta hayan cambiada- suspiro la menor.
-Si no nos apresuramos no lo sabremos- dijo remontando el vuelo la de grises orbes.
-Mira quien habla – gritaron las otras dos subiendo la mirada
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Se encontraban en un lugar oscuro, solamente iluminado por la luz que irradiaba el más alto de los ocho seres. Los otros siete lo miraban esperando instrucciones. Solamente se veían el uno al otro sin decir absolutamente nada.
-Quiero que vayan tras ellas- dijo secamente el mayor-  no puedo permitir que sigan libres regando el mundo con sus fétidos espíritus.
Sin esperar respuesta alguna se retiro del lugar, al tiempo que los demás desplegaban sus alas y descendían hasta la tierra, todo estaba por comenzar.

Ya todas se encontraban en Atenas, a solo una semana de su cumpleaños. Ellas se veían todas juntas cada quinientos años. Siempre se reunían en Atenas, o como se llamase en cada siglo que estuviesen allá.
Parecían hermanas normales, de esas que se llevan meses de separación, que siempre están con una más que con otra. Nadie les creería si ellas dijesen que a penas se llevaban unos minutos entre una y otra. Eran distintas una de las otras, y aun así, eran indispensables para cada una.
Les gustaba mostrar cuanto habían mejorado, por eso, cada vez que se reunían iban de caza separadas. Se valían de sus propias habilidades para que su madre preparase un banquete digno de un rey.  Por esa razón, se encontraban a límites de un pequeño bosquecillo tomando direcciones diferentes. Cada una seguía siempre el mismo camino de caza.
Aamon tomaba la dirección señalizada con un sendero, desviándose a la izquierda a poco mas de diez metros. Su técnica consistía en convertirse en un gran tigre, cuando se acercaba a su presa le encajaba sus grandes colmillos hiriéndola a muerte.
Esa técnica tenía tanto sus ventajas como sus defectos, ya que tenia que transformada no media el peso que debería llevar en su forma humana. Ya estaba casi lista, sentía como si mis mandíbulas creciesen y de ellas saliesen cuatro grandes colmillos.
En seguida encontré el olor conocido de un grupo de venados, estos abundaban en la zona. Me acerque lo más que pude vigilando mis pasos. Ya estaba a pocos metros de un gran macho del que mi mamá podría sacar un enorme guisado.
Rugí cuando me encontraba a su lado y, sin darle oportunidad de huir, le clave mis afilados colmillos en su garganta. Por la cantidad de sangre que salía, agradecí haberme transformado.  Cuando el venado termino de morir, lo arrastre hasta un claro donde le quitaría lo que no necesitaba.
En frente de aquella indefensa presa, volví a trasformarme. No me gustaba mucho el sabor que quedaba en mi garganta cada vez que hacia eso, pero por lo menos valía la pena. Reí al imaginarme la cara que pondrían mis hermanas al ver mi presa.
Justo cuando me silencié, oí un ruido a mi espalda. Voltié rápidamente asustándome al comprobar que alguien presenciaba la escena. Tenía el pelo marrón y los ojos de matiz negros, estaba serio aunque parecía muy simpático. De su espalda sobresalían dos grandes alas blancas, más aun que sus vestimentas.
Al verlo, supe que era un ángel. Era un ser mas allá de lo que cualquiera pudiese pensar si quiera que existiese. Volví a mirarlo detalladamente, hasta que llegué a su mano. En esta descansaba un daga de aproximadamente treinta centímetros.
Retrocedí de solo mirarla, las dagas me aterraban. Sin saber ni que hacer intente salir corriendo, pero tropecé con mi propia presa, quedando a su misma altura. Sentía que esta vez yo era el animal indefenso y ese que estaba en frente era el tigre que me perseguía.
Si creía que mi vestido no se iba a manchar de sangre, estaba bien equivocada. Para más colmo, ese estúpido se comenzó a reír de mí. Se acerco lentamente y me tendió la mano.
-Hola, soy Israfil. Tranquila no te hare daño- dijo para tomar mi mano dentro de la suya y ayudarme a levantarme- Tu debes ser Aamon, es un gusto conocerte – concluyó poniendo una sonrisa de niño bueno.
-Si esa soy yo, ¿Cómo sabes mi nombre?- dijo cayendo en cuenta de que jamás lo había visto.
-Un pajarito me lo dijo- respondió rápidamente con un tono de broma, lo que me hizo reír.
-Estoy hablando en serio- contrarresté dejando de reír
-Mis amigos y yo las estamos buscando desde hace semanas. A ti y a tus hermanas- dijo poniéndose totalmente serio por primera vez.
-Entonces, ¿Qué hacías con una daga? – dije mientras se alteraba mi voz. . .
--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Alouqua se mecía hacia delante y hacia atrás, hacia rato ya que había matado a su venado. Normalmente ella lo atraía controlando su mente sin ningún tipo de esfuerzo. El animal moría sin darse cuenta de nada.
Poco a poco el sueño le iba ganando, se sentó y se puso a tararear mientras se quedaba dormida. Aunque tenía el sueño muy ligero, le encantaba dormir, era un placer que solo comprendía ella. No soñaba, se dejaba llevar a una oscuridad donde todo desaparecía momentáneamente para ella.
Luego de rato, se dio cuenta de que estaba atardeciendo, debía llevar a aquel pobre animal para que su madre lo cocinara. Con todo el fastidio del mundo se sentó y comenzó a ver mas o menos cuanto tiempo había dormido. De la nada sintió un vista fija en ella, con miedo voltio lentamente.
A su espalda se encontraba un joven pálido de pelo marrón oscuro con ligeros reflejos claros. Sus ojos la miraban sin separarse centellando de un intenso azul con toques verdes. Su cuerpo bien definido estaba delatado a través de su camisa y ligeros pantalones. De su espalda sobresalían dos grandes y luminosas alas.
Jamás lo había visto en su larga vida, pero le pareció bastante conocido. Miraba a la ojirroja como si viese a un trofeo de batalla. No apartaba la vista de ella ni un solo segundo. Ella, al ver que no reaccionaba, decidió darle otro vistazo para así intentar indagar quien era y que quería.
A la segunda vista vio que entra sus manos se hallaba sostenida un lanza perfectamente realizada. El corte de la punta era perfecto, seguro era algo valioso. Al volver a ver el filo se le hizo un nudo en el estomago, alentado mas que todo por el silencio.
Decidió romper esa incomoda situación. Se paro perezosamente como siempre lo hacía y se colocó de frente a el.
-Hola soy Alouqua, ¿Quién eres?- dijo con el tono mas dulce que pudo lograr, aunque pocas veces lo hacia, le repugnaba aquel tono.
-Soy Iysh, ya sabía quien eras, te he estado buscando- dijo sin cambiar su expresión, mientras ella daba dos pasos hacía el.
-¿Por qué me buscas?- dijo volviéndose a fijar en la lanza- No me harás daño ¿o si?
-Si colaboras no, mis amigos deben estar con tus hermanas, mejor vamos hasta donde se están quedando y allí hablamos.
Ella no le vio nada de extraño, después de todo hacia tiempo que las buscaban distintas personas raras. Se dirigió hacía su presa y la intento cargar. De verdad que era pesada, debió haber intentado buscar una mas liviana.
Sintió la mirada clavada en ella y voltio a decirle que se esperara, cuando de pronto sintió que la apartaban delicadamente y pasaban junto a ella. Iysh se agacho cargo al ciervo y se levanto, voltio hacía ella y comenzó a caminar.
-Yo te ayudo tranquila- dijo pasando junto a ella y regalándole una pequeña sonrisa. . .
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Abigor remontaba el viento como siempre. Con habilidad había podido matar tres aves grandes antes de que estas se fijasen en la muchacha. Feliz subía hasta las nubes y bajaba, se sentía plena por los aires, jamás deseaba bajar.
De la nada salió un águila asustándola y haciéndole olvidar sonde estaba. De la nada empezó a descender sin poder volver a volar del pánico. Deseaba no golpearse demasiado fuerte, después de todo era una altura considerable. Cerro los ojos no podía resistir el miedo.
Ya debía haber caído al piso, pero nada sucedía. Todavía con miedo abrió los ojos para encontrarse con unas perfectas orbes aguamarina. No podía despegar su vista de ellas, eran simplemente perfectas. De la nada le vino a la mente la situación recién vivida y sintió que todavía estaba en el aire.
Voltio y vio que estaban elevados en el cielo entre las nubes. Sin pensarlo volteó hacia el y lo abrazo durísimo.
-Gracias – dijo acercándose a su oreja y susurrándoselo. Seguramente ella se había puesto roja por primera vez en todos sus siglos de vida.
-Cuando quieras- dijo este en un tono frío dirigiéndose al suelo.
Ahora que lo veía bien, noto el sobresaliente tono de su pelo. Un rojo perfecto y bello, muy poco común. Al descubrirse a si misma viéndolo volvió a sonrojarse y a bajar la mirada. Tardaron poco en aterrizar y dejarla en el piso.
-Creo que esto es tuyo- dijo el muchacho dándole su presa rápidamente
-Gracias- dijo quedándose callada esperando que el pelirrojo se presentase.
-Uriel- dijo este para completar- mi nombre es Uriel
-Gracias Uriel, yo soy Abigor- dijo con una pequeña sonrisa
-Mucho gusto, quieres que te acompañe?¿?¿?
-Claro, ¿Por qué no?. . .
-----------------------------------------------------------------------------------------------------
Arioch estaba rabiosa, su pres ala había evadido un par de veces, aunque como es lógico la logro atrapar. Aun así tenia mucha rabia y eso no era nada bueno. Descargaba todo sobre cada árbol que encontraba, hasta que sintió una risa lejana.
Voltio y sus amarillos ojos se clavaron en la figura del que estaba atrás. Un joven de pelo rojo largo, le llegaba aproximadamente al cuello. Sus ojos oscuros de un marrón indescifrable. Tenia una sonrisa enorme y estaba riéndose a puro pulmón con la vista de la muchacha fijan en el.
Ella se acerco aun mas molesta si es que se podía y le dio una tremenda cachetada tomándolo por sorpresa.
-No tenías que ser tan ruda, es que das risa descargándote así con los arboles- volvió a sonreír, esta vez sin burlarse totalmente.
-Tienes suerte que no se me haya ocurrido pegarte- empezó a amenazar
-O sacar tu tremenda  daga y matarme. Para que lo sopas no te tengo miedo- dijo con un tono jovial y tranquilo.
-¿Cómo sabes de mi daga?- dijo sin terminar de escuchar la frase, sabía que esta no se veía, siempre la tenía bien escondida.
-Se eso y mucho mas sobre ti- dijo con un tono de superioridad- a parte de que eres impulsiva y muy rabiosa- dijo lo ultimo entre risas.
-Me entero que alguien me esta espiando- dijo  sin ganas de seguir hablando y cargando el ciervo de nuevo hacia el camino.
-No no te he espiado, me han hablado de ti que es distinto, a parte de que me lo acabas de demostrar- volvió a reírse.
-Que bueno que te gusto, ahora si me pudieses dejar en paz, quiero llevar esto a la casa.
-¿quieres ayuda?- pregunto por primera vez serio.
-No, no necesito ayuda- dijo secamente adelantándose un poco mientras el la seguía.
-Bueno si eso quieres. Por cierto ¿te llamas Arioch verdad?- dijo sin duda en la voz pero siguiéndola de cerca.
-Si, si soy Arioch y ¿tu eres?- dijo ya mas interesada en el tema.
-Yo soy Munkar, aunque no me gusta mucho mi nombre- dijo como si dijese que día tan bonito tenemos hoy lo que hizo reír por primera vez a la joven
El la miro reprobatoriamente y después se quedo callado esperando a que esta se detuviese. Cuando lo hizo prosiguió.
-¿Por qué te ríes? ¿No me digas que por mi nombre?
-No, en realidad me rio que digas que no te gusta como si no te importase- dijo ya tranquila y volteando a verlo- Por cierto no se por que no te gusta es un buen nombre. . .
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Asmodeo vio a un cazador a lo lejos y lo siguió a ver lo que hacía. Al poco tiempo de estarlo siguiendo, vio que cazo un animal de gran tamaño.  Lo observaba, con la facilidad que lo hacía se sentía realmente inferior.
Quería mostrarles esa gran presa a sus hermanas, y sin pensarlo se acerco. El cazador estaba de espalda a ella, pero para obtener sus habilidades debía tenerlo de frente. Carraspeo un poco con la garganta.
El señor se voltio e enmarco una sonrisa. Se acerco un poco, aunque no le presto atención,
-¿Qué hace una muchacha tan bonita sola por aquí?- dijo aquel señor desconocido.
-Mi trabajo- dijo la de ojos oscuros sacando un pequeño puñal.
El señor intenta huir pero la muchacha lo supera en velocidad. En menos de lo que dura un parpadeo ya lo había matado. Se relajo y concentro todo su poder en la mano derecha para así extraer la habilidad que ella no poseía.
Poso su mano en el pecho del difunto y poco a poco la fue separando creando una gran burbuja de tono verdoso. Cuando la termino de separar, la absorbió y guardo la nueva habilidad.
-Gracias por el regalo- dojo acercándose a la presa del ya muerto y cargándosela a la espalda.
Ella era fortísima por otra habilidad robada, pero esta la había ganado de otra forma distinta. Río al recordar lo sucedido hace aproximadamente mil años. El tipo murió sin darse ni siquiera cuenta, era un estupido y gracias a todo lo existente ella no había absorbido esa parte de el.
Escucho unos pasos atrás y pensó que había otros cazadores en el área, así que salió corriendo para no ser descubierta. Al poco rato sintió que le daban alcance, debería matar a otro más.
Saco de nuevo el arma dejando al animal caer cerca de ella misma. Oyó el sonido y avanzó hacia el sitio. Todo sucedió demasiado rápido, justo cuando estaba alcanzando a su perseguidor, este tomo su muñeca e hizo que soltara el arma. La sostuvo por la muñeca el tiempo que dirigía un par de relucientes y vividos ojos azules.
Se quedaron con la vista fija en el otro un buen rato, hasta que ella se acordó de lo sucedido. Se intento separar, pero como no lo lograba  decidió hablar.
-Me podrías soltar- dijo con apenas un hilo de voz.
-Y si no quiero- susurro acercándose a ella.
-Solo hazlo por favor. Solo suéltame.
-No quiero, ya lo dije, a menos de que hagas algo- dojo con un tono que asusto a la joven y al mismo tiempo la sonrojó de sobremanera.
-¿Qué es lo que quieres?- dijo al tiempo que el soltaba una risa tranquila.
Vio que el se debatía que decirle, así que se puso a verlo bien. Su pelo era amarillo y podría superar el largo de ella. La piel de este era tostada medio bronceada, creando perfecta armonía con su pelo. Sus ojos brillaban de un cálido azul asemejando el cielo despejado y atrayéndola.
-Acompáñame-  dijo este soltándola- te llamas Asmodeo ¿verdad?
-Si si me llamo así- dijo agachándose a recoger la presa- ¿Y tu eres?
-Mi nombre es Azra, mucho gusto- contesto a la duda de la muchacha disminuyendo el espacio entre uno y el otro; dejando pocos centímetros entre sus caras. . .
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Agramon caminaba tranquila, a ella no gustaba cazar, en vez de eso recolectaba frutas y plantas comestibles. Las apilaba en una gran cesta mientras iba comiendo algunas moras que había encontrado.
Paseaba sin prestarle atención a nada, después de todo lo que ella recogía lo asaban más que todo de postre y desayuno del día siguiente. Sonreía de solo ver todo el verdor a su alrededor.
Salto a la rama de un árbol para agarrar los rojos frutos de este que se veían totalmente maduros. Ya había recogido la mayoría de los que estaban a su alrededor. Cuando se iba a bajar vio el mas grande, pero estaba fuera de su alcance.
Decidió que lo tendría cueste lo que cueste, esa era su fruta favorita y ese el mas grande que había visto. Intento agarrarlo sin caerse, pero el destino estaba en su contra. Justo cuando lo rozó, perdió el equilibrio y cayo.
Se sorprendió al no sentir el golpe que seguro se iba a dar. Volteo y vio que la habían atrapado. En seguida se bajo y comenzó a mirar al joven. Sus ojos y su pelo eran negros cual Ebano y su piel incluso mas pálida que la de su hermana menor.
Se  acerco a este ligeramente sonrojada abriendo de par en par sus brillantes ojos violetas.
-Gracias, disculpa por haberte molestado.- dijo viéndolo directamente.
-No importa, no fue nada- dijo el otro con un frío tono de voz- ¿te lastimaste?
-No, de nuevo gracias- dijo acordándose de lo que hacía y empezando a recoger sus cosas, las cuales estaban esparcidas por el suelo.
Ella creía que la miraba, así que recogió todo rápido nerviosamente olvidándose del motivo de su caída. Decidió agradecerle e irse directo a casa, seguro sus hermanas ya habrían llegado. Subió la vista para agradecerle al muchacho por última vez, pero lo que vio la sorprendió.
El llevaba en la mano el fruto que ella había intentado alcanzar y se lo estaba ofreciendo. Su cara enmarcaba una sonrisa de medio lado no muy notoria.
-¿Esto era lo que buscabas, Agramon?- pronunció con el mismo tono frío de la vez anterior.
-Si gracias, pero ¿Cómo sabes mi nombre?- respondió confundida poniéndose de pie
-Un amigo me lo dijo- dijo sin inmutarse.
-Es injusto- dicto esta
-¿Qué es injusto? – cuestionó el azabache
-Que tu sepas mi nombre y yo no el tuyo- al pronunciar esto el río un poco.
-Me llamo Yibrail, mucho gusto. . .
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Agares perseguía el rastro de una manada de caballos, quería llevar la suave carne de potro. Sabía que a sus hermanas les gustaba y a parte a ella le encantaba. Poco a poco se iba acercando a un prado de gramíneas.
Pastaban tranquilamente los corceles mientras la muchacha se acercaba. Decidió llamar a los perros de los alrededores para distraer la los adultos de la manada. Con un agudo silbido hizo que al menos 5 perros de tamaño considerable se acercasen.  
Sin ella darles ningún tipo de orden, ellos empezaron a dispensar la pequeña manada. A los pocos minutos, un potrillo se alejo de su madre desviándose hacia la muchacha.  Ella de preparo para perseguirlo, los pequeños tenían muy poca resistencia y cuando estaban cansados eran fáciles de cazar.
El se interno en el camino por el cual la mujer había llegado. Asustado saltaba de un sitio al otro, hasta terminar desplomándose contra el suelo. Agares se agacha y con un corte limpio lo mata. Empieza a pensar como llevaría su presa a la casa, cuando siente un ruido.
Asustada creyendo que es la madre de la cría, se separa; las yeguas son muy agresivas cuando se acercan a sus crías. Al oír que el sonido no llegaba desde el prado, sino desde uno de los árboles cercanos, trepa a el.
El una de las ramas cercanas estaba un  muchacho de espalda a ella. Como venganza por haberla asustado decidió empujarlo, no se haría tanto daño desde tan poca altura. Cuando estaba lo suficientemente cerca intento empujarlo, pero este se aparto a tiempo, haciendo que ella se cayese.
Intentando atraparla, la agarro de la mano, pero el impulso fue demasiado fuerte y se fue con ella. Agares cayó de espalda con el desconocido encima de ella. Las manos de el estaban a los lados de su cuerpo, mitras que las piernas junto a su cadera. Su cabeza estaba al lado de la de ella y respiraba profundamente junto a su oído.
Si la muchacha estuvo impresionada alguna vez en la vida, esta era la peor situación de toda su existencia. Su cara de seguro superaba el color rojo vivo y sentía pena de intentar levantarse. Respiraba profundamente intentando pasar el susto que nunca admitiría que tuvo.
Al pasar un rato le pareció demasiada incomoda la situación. Como el no reaccionaba decidió intentar que este se levantara.
-¿Podrías levantarte? – dijo con un hilo de voz.
-Perdón- respondió este poniéndose de pie e intentando ayudarla a levantarse.
-¿Quién eres? – dijo ella una vez de pie
-Yo soy Aggelos, tú debes ser Agares- afirmo
-Si lo soy, pero ya me tengo que ir- dijo acercándose a su presa
-¿Quieres que te acompañe?- pregunto acercándose a ella.
-Nadie te impide caminar- respondió sin darle importancia.
-Yo te ayudo con eso- dijo Aggelos intentando agarrar la presa.
-Nadie te pidió ayudo- dijo la de ojos verdes volviendo a agarrar su presa y adelantándose. . .

Doce personas estaban reunidas en una pequeña casa. Algunos sentados, otros parados, otros comiendo y otros quizás hasta durmiendo. Eran seis mujeres y seis hombre; siete del grupo con grandes alas que no se quedaban totalmente quietas.
Todas estaban nerviosas, no sabían lo que sucedía y su hermana menor tardaba demasiado en llegar. Ninguna se aventuraba a decir palabra alguna, no creían que lo necesitasen, solo querían saber la razón del encierro.  Tal vez alguna advertencia o quizás algo peor. Todo se concentraba en su infinita existencia, lo sabían.
El silencio fue interrumpido por Jetamio, la medio hermana de ellas, la cual vivía con su madre. Llevaba algunos trozos de fruta cortada y agua en un cántaro para que bebiesen. El silencio le intimido, como si se enfrentase a una gran fiera.
-Alguien sabe donde esta Agares, no la veo en ninguna parte- dijo clavando sus ojos marrones en la hermana mayor.
-No la hemos visto, mejor vuelve con nuestra madre- dijo Abigor que sabía que ella tenía curiosidad de lo que sucedía. Pero no pensaba decir ni una sola palabra, aunque supiese algo.
-Gracias, vuelvo dentro de un rato-  dijo volteándose dejando ver solo su marrón y corta cabellera- y nuestra madre quiere saber lo que sucede, no esta cómoda encerrada en su propia cocina- concluyo retirándose totalmente.
-¿Quien era ella?- preguntó Yibrail mas que curioso.
-Es nuestra medio hermana- dijo Agramon su inmutarse y desenredando su negra cabellera con las manos- Una de las tantas hijas de mi madre, heredó su inmortalidad, por eso la ves aquí. Pronto cumple trescientos años.
-Que interesante- Empezó Iysh pero fue interrumpido por la puerta que se abrió de la nada, dejando ver a un joven de ojos y pelo marrón. En sus brazos llevaba a una muchacha mucho mas baja que el y en su espalda a la presa de esta-  Aggelos ¿Por qué traes a Agares de esa forma?
-Por que ella no quería venir- dijo bajando a la joven mientras esta le intentaba dar un buen golpe que evito por milímetros- No te pongas así, no te molestes.
-Voy a llevarle esto a mi madre, cuando vuelva espero no estés aquí por que morirás si te encuentro- dijo con malicia en sus verdes orbes.
-No me voy a mover, no te tengo miedo Agares- dijo recostándose de la pared y deslizándose hasta sentarse en el suelo.
La joven se ausenta otro par de minutos mientras que todos comienzan a habla. Uriel conversaba, mejor dicho oía a Abigor. Iysh intentaba levantar a Alouqua sin que esta se molestase. Agramon intentaba que Yibrail comiese algo, le parecía que despreciaba lo que su madre preparaba.
Isfrail admiraba las tantas pulseras de Aamon, mientras esta se las mostraba con una seriedad única. Azra intentaba hacer reír a Asmodeo, le contaba cualquier cantidad de chistes mientras que esta fingía no querer reírse. Munkar tentaba a la paciencia de Arioch a tal punto que de la nada quiso arrepentirse.
Cuando volvió Agares la mayoría se ponía seria, ya había llegado la hora de  explicar que hacían ellos allí. Ellas los iban a escuchar, pero no sabían que clase de cosas dirían. La de verde mirar al notar al castaño en su lugar favorito, se dirigió a sentarse junto a su dormida hermana, la cual despertó de golpe.
-Ya que todos ya estamos aquí- comenzó diciendo Azra- Y que Alouqua ya se despertó, creo que ya podemos empezar.
-Bue… creo que deberíamos comenzar por lo que hacemos aquí – sugirió Iysh para que se acabase el incomodo silencio.
-Yo lo hare – dijo Uriel dirigiéndose al centro de la sala- Las están buscando, las quieren matar- dijo igual de serio como había estado en su estadía allí.
-¿De que hablas?- pregunto la de grises ojos que estaban clavados totalmente en el.
-Déjame  terminar- suspiro el pelirrojo-  saben que ustedes son conocidas como las siete demonios; los siete vicios ¿cierto?
A la pregunta solo recibió una afirmación general, sin mas contemplaciones; ellas no estaban orgullosas de eso, era su naturaleza desde que nacieron. Se acordaban de cada uno de los mortales que habían intentado acecinarlas por ser lo que eran, por creerse héroes.
-Pues, entre los ángeles hay siete resaltantes a los que llaman las virtudes, son mujeres como ustedes. Ellas son todo lo contrario a ustedes, son puras e iguales unas a otras. No tienen diferencias en su personalidad, son como espejos las unas de las otras.
-¿Y que hay con ellas?- dijo Alouqua tomando la palabra por primera vez en toda la tarde.
-Ellas quieren matarlas, pero no sabemos por orden de quien- contesto rápidamente Iysh.
-¿El todopoderoso no las manda?- pregunto rápidamente  Arioch.
-No, el no las quiere eliminar. Dice que este mundo tiene que tener un equilibrio, por eso ustedes deben existir igual que ellas. – Respondió sin inmutarse Munkar
-Entonces las siete virtudes han sido corrompidas por un ser que intenta desequilibrar el universo y por eso ustedes están aquí. – concluyo rápidamente Aamon.
-Si, ¡que rápido resumes las cosas¡- casi grito Isfrail sonriendo.
-Si ese es el caso, si ustedes nos encontraron con tanta facilidad ¿Cuánto falta para que ellas nos encuentren?- pregunto firmemente Agares.
-No lo sabemos- respondió secamente Aggelos- solo podemos indagar que en menos de un año ellas ya se habrán topado con ustedes.
-Por eso estamos aquí. Las vamos a proteger, nosotros las defenderemos- aseguro Uriel con su característica seriedad.
-¿Cómo lo harán?- se aventuro a preguntar Asmodeo.
-Cada uno de nosotros cuidara de una de ustedes, esperemos que eso funcione- dijo distraídamente Azra.
-Yo cuidare a Alouqua- aseguro Iysh.
-Yo a Abigor- siguió Uriel
-Yo a Agramon- dijo Yibrail.
-Y yo a Arioch- sonrío Munkar.
-Yo a Asmodeo- dijo Azra
-Y yo a Aamon- confirmo Isfrail.
-Lastimosamente yo a la terca de Agares. . .

Me fui directo al bosque, sin prestarle atención a quien me seguía. A los diez mil quinientos años yo no necesitaba que me cuidaran. Pasaba los árboles a gran velocidad, sin darme siquiera cuenta de donde estaba.
Fingir que me agradaba la idea frente a mis hermanas =, no se la razón por la que lo hice. Solo quería que ellas estuviesen bien, me daba dolo saber que les podían hacer daño.  Me sentía impotente, quería destrozar todo a mi paso.
Pero aun así no hacía nada, solo caminaba sin prestarle atención a nada. No se en que momento, pero ya era un enorme tigre, corría por todas partes intentando no llorar. Sentía una gran presión en mi pecho, creí que no resistiría.
Mis hermanas son lo único que en verdad cuento y lo que siempre he tenido. Las quiero demasiado como para perderlas, así sea por minutos, me siento la responsable de ellas. Así me siento desde hace siglos, desde que nacimos, siento que son mis hermanas pequeñas, que siempre necesitan mi ayuda.
 Alouqua, por ejemplo, ella tiene miles de maravillosos talentos; pero no los demuestra por miedo a ser juzgada. Se esconde detrás de esa mascara de fastidio y siempre se hace la dormida cuando hay muchas o pocos personas. Todo eso solo para que no la intenten manipular, es una gran luchadora y depende mucho de estar cerca de Agares; siente que es como su gemela.
Siempre pensé que se llevaban bien porque todo lo que una no puede hace la otra si puede y se ayudan en todo. Me dolería demasiado ver que por miedo a ser ella misma, Alouqua termine muerta.
O Abigor, ella es el modelo de mujer que quiere todo hombre y aun así solo la manipulan. Por eso ella ya no confía en nadie que no seamos nosotras.  Le hacen tanto daño cuando se da cuenta de que no la quieren de verdad que ha aprendido a esconder sus emociones. Quiere que los hombres paguen lo que otros han hecho.
Antes se enamoraba de todos, pero ellos solo la buscaban para que les diera placer y luego abandonarla. Por eso ella ahora es de hielo, no quiere a nadie; solo da placer y no lo siente, solo siente miedo. No quiero que la sigan usando y aun así ella no me hace caso.
Arioch por su parte era muy dulce de pequeña pero con un gran potencial. Sin embargo ella no le hacía daño ni a una mosca. Ella se empezó a comportar de una manera tan brusca depuse de que intentaron abusar de ella, no confía en absolutamente nadie. Todavía no se si confía en nosotras.
Me siento culpable de lo que le sucedió, no pude defenderla, no pude hacer nada. Estaba paralizada mientras ella gritaba. Todavía no se ni como mato a ese hombre, pero ahora todo aquel que la haga quedar mal corre la misma suerte.
O Asmodeo,  ella era demasiado dulce, pero le empezaron a gustar los dones ajenos cuando la humillaron frente a todos. Ella tenía sus propios dones, pero tenía prohibido usarlos, no queríamos delatarnos. Cuando la atacaron no sabía que hacer hasta que uno de los atacantes cayo muerto. No supo ni como, se apodero de su agilidad y salio de allí. Desde ese momento ella y Arioch son inseparables. La mayor mata y la menor utiliza, así son ellas. Quisiera que volviesen a ser las de antes, las pequeñas dulces, pero no lo son.
Solté un suspiro que se oyó como un tenue rugido. Me sentía culpable de sus cambios y aun así  no podía hacer nada en absoluto, solo dejarlas ser y listo.  Todo es solo y nada mas mi propia culpa.
Agramon no era una obsesiva con la comida, se convirtió en su desahogó después de que nos persiguieron, ella era nada mas que una pequeña igual que las demás y se quedo traumada.  Para ocultar su miedo empezó a comer y aunque no engorda es un vicio que no se ha podido quitar.
Me siento mal cada vez que la veo comer fuera de hora, eso significa que algo la ha asustado. Siento que no he podido hacer nada por ella y por eso me pongo triste quisiera que todo lo que les pasara lo sintiese yo en vez de ellas, así no tendrían que pasar por nada. Así serían felices.
Y Agares, era el ser mas dulce que había. No te podías acercar a ella porque te empalagabas, ahora es un cubo de hielo. Nadie sabe lo que sucedió, creo que ni siquiera Alouqua, solo se que no es la misma que era de pequeña y siente un odio irracional a los cazadores.
Ella es triste así aunque no lo admita, ella es débil pero resistente. Necesita que Alouqua la este protegiendo siempre, aunque jamás lo quiera admitir. Oculta sus temores un su propia vanidad, es parecer que se cree mejor que los demás.
La peor de todas soy yo, me siento culpable de todas y siento que no puedo tener nada mío propio. Por eso me obsesioné por coleccionar cosas, por eso siento que no tengo nada, me da placer creer que tengo mucho cuando siento que es mentira.
Mi mayor tesoro son mis hermanas, es lo único que de verdad quiero atesorar y no perder nunca. Es lo que me mantiene de pie, mis seis hermanas, las seis que siempre están conmigo.  Solté otro gruñido volviendo a transformarme en mi misma, solo quería llorar.
De la nada siento un par de brazos que me rodean y me transmiten calor. Siento que me limpian las lágrimas y me miran directamente.
-No llores por favor-  me dice Isfrail mirándome con esos ojos marrones que jamás había visto en nadie- verte así me hace querer llorar.
Me hundo en si pecho y comienzo a llorar mas fuerte y sin consuelo aparente. El me deja llorar, solo me abraza y no me suelta. Me siento cómoda entre sus brazos, no quería salir de allí, quería quedarme así para siempre.
Como si no hubiese sucedido nada me suelta y se sienta a mi lado. Me dio gusto saber que con el me podía desahogar. Podía ser yo misma, eso era lo que yo sentía.
-Gracias- dije secándome las lagrimas que me quedaban en la cara- no se que paso.
-Tranquila, para eso son los amigos- en seri me dolieron esas palabras, aunque lo conocía de esta mañana lo consideraba algo mas que un amigo.
-Gracias, tengo que volver con mis hermanas, seguro se preocuparon por como Salí de la casa. – me fui sin esperar ninguna respuesta, el solo era otro entupido en mi vida, uno que jamás podré olvidar.
Así paso todo un año, todos los días lo mismo, todos los días me hacía sentir mal con el mismo “para eso son los amigos” que no se daba cuenta que yo no quería ser solo su amiga.
Esas mismas palabras, ya las había escuchado cientos de veces, ya no podía mas con ellas, era mas doloroso que si me clavasen un puñal en el corazón. No quería volver a escucharlas.
-No vuelvas a decir eso- dije con un tono frío digno de Agares.- No lo quiero volver a escuchar.
-Disculpa, de verdad lo siento- dijo bajando la mirada y dejando solo que vea su cabello casi negro.- ¿Ya no quieres ser mas mi amiga?- esta vez lo dijo con el tono de dolor mas profundo que yo he escuchado en mi vida.
-No, no quiero ser tu amiga- dije acercándome cada vez mas a el-te quiero demasiado como para ser nada mas eso- dije sonrojándome hasta el alma.
Como si necesitase que dijera eso, se me lanzo encima y sin esperar mas, junto sus dulces y suaves labios con los míos, sin mayor esfuerzo. Al hacerlos un escalofrío me recorrió e hizo que le correspondiera.
Lo amo, lo amo mas que a nada. Quería estar con el para siempre.
-Te Amo- oí que decía con la voz entrecortada… 

Estaba dormida, sumida en mi propia imaginación. No le prestaba el menor interés a nada. Vagaba en mi mente sin entretenerme, solo soñando.
En realidad no me gustaba dormir, pero es que era como una liberación para mi. Me desconectaba del mundo e intentaba relajarme. No le prestaba interés a las preocupaciones y me olvidaba del pasado. Eso me daba un gran placer.
O me hubiese dado un gran placer, si cierto castaño no me hubiese despertado. Abrí los ojos lentamente, aguantando lo molesta que estaba. Odiaba que me despertasen, eso hacía que la realidad volviese a mí como un balde de agua fría.
-¿Qué rayos quieres?- le grite con un poco de rabia reflejada en mi voz.
-Estoy aburrido y tu no te despiertas nunca- dijo con una voz fría pero se notaba claramente aburrida.
-No es mi culpa que tu quieras hacer de niñera preocupada- le dije con voz rabiosa.
-Solo quería divertirme, tú eres una aburrida- me dijo encogiendo los hombros y cerrando sus azules ojos.
-Disculpa por ser yo misma, ¡Piérdete!-dije con toda la irritación que tenía.
-¿Y si no quiero irme?- me dijo alzando los hombros..
-Pues yo me largo- grite casi histérica saliendo por la puerta dirigiéndome al bosque.
No me fije si me seguía, solo quería estar sola, odiaba que se preocupasen por mi. Yo sabía defenderme, y aunque lo oculte puedo hacer mil y una cosas; solo que ya tengo miedo que lo descubran. Tengo que usar esta mascara de flojera.
Después de horas andando, encontré un pequeño claro, decidí quedarme allí. Me recosté en el piso e intente volverme a dormir. Cuando el mundo de Morfeo por fin llegaba hasta mi, sentí un par de brazos rodeándome.
-Por mas que corras jamás podrás ocultarte- me dijo con su profunda voz, en un susurro al lado de mi oreja.
-Por que no me dejas en paz- pregunte fastidiada.
-Por que tengo que cuidarte y eres muy escondidiza.- dijo sonriendo de medio lado.
-Pues aunque sea déjame dormir- dije rindiéndome.
-No quiero- dijo acercándose a mi rostro- así que mantente despierta- me dijo y se levantó.
Yo me puse roja, creí que iba a hacer algo más. Pero era una ingenua, quien podría querer a un demonio que lo que hace es traer mal a esta tierra.
Paso un año y no podía creer que me haya enamorado de aquel bastardo. Siempre hacia lo mismo ilusionarme y separarse haciéndose el tonto. Al poco tiempo creí que jugaba conmigo pero igual no podía dejar de ilusionarme.
Se me iba quitando la flojera, el me despertaba cada vez que yo intentaba dormir en el día, así que intentaba levantarme un poco después. Pero de nada servían mis intentos, el siempre me levantaba y me obligaba a caminar todas las mañanas.
Odiaba cuando estábamos en el bosque y el se acercaba a penas a centímetros de mi cara, pro que luego decía algo estúpido y se moría de la risa. Y yo de tonta que siempre esperaba ese beso que jamás me daba.
Después de un año pasando eso, me harte, esa mañana me levante antes que todo y me fui al bosque sola, necesitaba pensar. Al poco tiempo me quede dormida, pero igual seguía con el mismo tema en la cabeza.
-Alouqua, ¿Qué haces aquí sola?- oí su voz, la voz de Iysh. Abrí los ojos y me perdí en sus inmensas orbes azules. Quise detallar cada parte de ellas, sus pequeñas rayitas verdes, el degrade que tenía desde la pupila al borde, todo.
-Si, solo quería caminar un rato y me dio sueño- mentí sin que nadie lo notase, no quería que supiese la razón por la que estaba allí. – ¿Puedes dejarme sola un rato? - susurre para que el oyese, aunque no quería que se fuese.
-No quiero- dijo acercándose de esa manera tan tentadora, no quería que volviese a hacer lo mismo, me dolía que lo hiciese. Cuando ya estaba tan cerca, no supe ni por que lo hice, solo fue como un reflejo.
Lo vi a los ojos y sin pensarlo le di una bofetada, haciendo que se separase de mi. Me aleje y me recosté de un árbol. Seguro mis mejillas relucían de un vivido rojo y mis ojos reflejaban tristeza. Pensé que se iría con eso, pero no lo hizo.
Por el contrario se acerco a mí recostándose del mismo árbol que yo y pegando su perfecto cuerpo al mío. Respiro profundamente cerca de mi oreja, haciendo que me sonrojase más si era posible.
-¿Por qué lo hiciste?- dijo en un susurro sin apartarse del lugar donde estaba.
-Yo… es que yo…- no sabía que decirle, lo tenía tan cerca. Estaba nerviosa.
-¿Me lo vas a decir? O ¿quieres que yo te diga que creo?- dijo separándose para mirarme a los ojos. Yo no quise hablar, así que el continuo- Seré yo entonces. Yo creo que tu quieres que yo haga algo, pero yo no lo hare hasta que lo pidas.
No me iba a rebajar a pedirle un beso, así que intente depararlo de mi. Al no ver ningún resultado opte por otro camino.
-¿Sabes que quiero yo?- dije con el tono mas inocente que pude, mientras el negaba con la cabeza dibujando una sonrisa en su rostro.- ¡Quiero que te largues!
Se quedo atónito, pero no se movió. Se notaba que creía que diría otra cosa. Me sonreí e intente volverlo a apartar, pero me tomo por sorpresa nuevamente. Acerco su rostro al mío, yo solo podía ver sus labios a pocos centímetros de los míos. Quería acabar con ese espacio, quería sentirlos.
-Eso no es lo que parece que quieres- dijo fríamente, lo que hizo que sudara frio-sabes lo que creo que quieres- dijo sin moverse, mientras yo podía sentir su aliento sobre mi rostro. Yo negué, no quería averiguarlo.
Justo en ese momento acabo el con el espacio. Presionó sus labios contra los míos, mientras yo me dejaba llevar por lo que deseaba desde hace tanto. Sentí como pasaba su lengua por el borde de mis labios y la adentro en mi boca. Profundizó todo lo que pudo ese único beso hasta que se nos acabó el aire.
-Eso era lo que querías- dijo con aire de superioridad viéndome a los ojos.
-No, esto era lo que yo quería.- esta vez yo agarré su rostro y lo junte con el mío. Me abrazo con fuerza volviendo a tomar el control del beso, yo no me opuse, hace tanto tiempo que quería que lo hiciese. Lo amaba, lo amo. . .

Salí de la casa, ya no había motivo de estar allí. Mientras mi mama y Jetamio cocinaban, yo saldría de paseo por la ciudad, que estaba a diez minutos de la casa. No quise volar, después de todo una caída ya era mucho para ese día.
Contemplaba el paisaje mientras caminaba, me encantaba caminar, así fuese perseguida por alguien.  Quedaba menos de la mitad del camino y la ciudad aparecía a lo lejos, la maravillosa Atenas, cede de la sabiduría y mi único verdadero hogar.
Sentí que los pasos detrás de mi se aceleraban hasta darme alcance. Se paso de mi lado hasta quedar de frente a mí. Sus ojos aguamarina expresaban preocupación. No sabía lo que le sucedía, solo quería llegar hasta la ciudad.
-¿A dónde crees que vas?- dojo poniendo sus manos sobre mis  hombros y haciendo que me sonrojase.
-Al centro de Atenas, a pasear- dije restándole importancia e intentando recuperar mi tono de piel natural.
-Con esas no creo que llegues muy lejos, y discúlpame pero menos yo con estas- dijo señalando las alas que teníamos en nuestras espaldas.
-Yo siempre las tengo así, y si te molesta vete, nadie te lo impide- dije sin prestarle atención y liberándome de su débil agarre.
-¿Qué te parece dar un paseo por otro lado?, no se cerca del bosque o por otra parte- dijo medio nervioso.
-¿Qué te sucede?-cuestione por su actitud.
-A mi, nada- dijo volviendo su tino frío.
-Se que te sucede algo- dije mirándolo de frente.
-No me gusta estar rodeado de tantas personas, me es muy incomodo- confeso clavando sus claras orbes sobre las mías y sacándome otro sonrojo.
-Me hubieses dicho eso desde el principio- dije sonriendo- ven, por aquí hay un lindo lugar y nunca hay personas ahí.
-Esta bien, vamos pues- dijo aforrándome la mano haciendo que me volviese a sonrojar, es que nunca iba a dejar de sonrojarme.
Caminamos largo rato en silencio por el espeso bosque,  sin hablarnos solo caminando. No me gustaba ese silencio pero me daba pena romperlo. Aunque parecía que yo era capaz de todo soy muy tímida y me daba pena.
El tampoco parecía querer romper el silencio, aunque parecía incomodo. Hace rato que su cálida mano había soltado la mía y eso, aunque no pareciese, me molestaba. Quería que hablase y que se riera, cosa que me parecía imposible en el.
No sabía que hacer, normalmente los hombres me hablaban sin parar. Aunque todos ellos eran unos entupidos interesados y adoraba cuando Aamon les partía la nariz. Quizás si hacia lo mismo que le hacia a los otros el me hablase, pero me daba demasiada pena.
Decidí remontar vuelo y dejar que todo saliese en una solitaria  lagrima. A los pocos segundos de haber empezado a volar sentí un batir de alas a mi espalda. Sabía quien era y no me molestaba, por lo menos me seguía y no se quedaba en tierra.
Baje poco a poco la velocidad y comencé a sentir como me rodeaba con sus brazos. Eso me hizo pensar en muchas cosas, el era como los demás solo quería darse placer y después despreciarme. Intente liberarme asta que lo conseguí, no quería que me tocase.
-No vuelvas a hacer eso- le dije volviendo a decender y corriendo a mí casa, no quería verle a la cara y confirmar mis miedos, todos los hombres eran y son iguales.
Llegue sin tropezarme con nadie y me encerré en mi cuarto, solo quería llorar. Respire nuevamente y deje salir los sollozos.  No podía creer que me haya vuelto a enamorar de alguien, siempre es lo mismo, siempre me utilizan.
Siento un par de brazos alrededor de mi cuerpo proporcionándome calor. Entre sollozos escucho una respiración a mi lado.  Siento que mis mejillas se vuelvan a teñir de un rojo vivo y que me voy tranquilizando poco a poco.
-¿Qué te pasa?- pregunto con su suave voz
-Que todos son iguales, todos quieren usarme- dije desasiendo el abrazo que me daba y llore amargamente.
Un año, una eternidad, eso es lo que parecía.  Yo solo estaba junto a el por orden de mis hermanas, solo por que supuestamente el me protegería. Pero sabía que no era así, sabía que cada vez que lo miraba me dolía el pecho. Me sentía horrible, desconsolada, lo amaba y el no me quería.
Esta vez volaba en el cielo sin prestar atención a nada mas, remontando las nubes allí donde estaban. Feliz, se podría decir que estaba; pero me sentía triste por dentro. Jamás me había enamorado de tal forma que después de un año lo sintiese a pecho. No deje escapar ninguna lágrima.
-Abigor, podemos hablar- sentí que me decía Uriel a mi lado, mientras que de reojo distinguía si roja cabellera.
-Te escucho- dije viéndolo de frente.
-¿Por qué jamás quieres hablar conmigo y siempre estas huyéndome?- preguntó tan directamente que me asusto.
-Por que no confío en los hombres, son todos unos bastardos estúpidos que lo que hacen es utilizar a las mujeres- grite de una forma ensordecedora.
-Yo no soy así, ni siquiera me conoces- dijo volando lentamente hacía mi posición.
-Eres igual a todos, no lo niegues, eres hombre igual que ellos y jamás olvidare lo que me han hecho- dije soltando pocas lagrimas.
-Déjame ayudarte a olvidarte de ellos- dijo y en seguida corto el especio entre nosotros presionando sus suaves labios contra los míos.
Me abrazo por la cintura mientras se elevaba más y más por el aire. Estaba feliz, estaba completa. Sentía que lo amaba y eso era suficiente para mí.
-Te amo, jamás te haría daño- dijo a mi oreja causándome un notorio sonrojo. . .

Al ver que todas mis hermanas se iban, decidí dar una vuelta. Pero no contaba con el fastidioso de Munkar. Antes de poder salir de la puerta, ese estupido pelirrojo se atravesó en mi camino.
Me irritaba, y dio sabía que me molestaba muy fácil. Posiblemente lo quería matar si seguía así. Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no matarlo en ese momento. Respire profundamente mientras él comenzó  a hablar.
-¿A donde crees que vas?- dijo con una sonrisa de medio lado, enfocando sus enormes ojos marrones en los míos.- Deberías ayudar a tu madre en la cena.
-Numero uno, quiero salir a dar una vuelta- comencé evitando sonrojarme- y segundo, si ayudo en la cocina, comeremos carbón quemado. – termine apartándolo de un fuerte empujón.
-Te acompaño a dar la vuelta, ¿Qué te parece?- me volvió a preguntar sonriendo de una forma que me dio grima.
-Sabes que me tienes que acompañar de todas formas, así que quítate o te mataré- amenace sin inmutarme, ese ángel me sacaba de mis casillas.
-No te tengo miedo, y a parte, me agrada hacerte enojar. Eres solo una dragoncita tímida- luego de eso sonrío y seguro que paro antes de morirse de la risa; se le notaba en el rostro.
Enojada, le di un buen puñetazo y salí a paso decidido de mi casa. Intente controlar mi mal humor, cosa que se me daba muy mal. Conté hasta cien y todavía seguía caminando y molesta.
Como por arte de magia, sentí que me elevaba por el aire. Me acercaba cada vez más a las blancas nueves. Era una experiencia maravillosa, lo mejor que me ha sucedido. Comencé a reír como si fuese una niña pequeña, desde hace siglos que no me reía así.
-Se ve que te gusta- oí su voz a mi espalda, debí suponer que se trataba de Munkar.
-Si jamás he volado, ¿no crees que me estante esto?- respondí volviendo a mi tono amenazante.
-Yo creía que era por que yo te llevaba, que lastima- dijo riéndose y fingiendo un tono triste.
-No te creas tan importante- alcance a decir antes de que me soltara a tal altura.
Mire al suelo asustándome. Me precipitaba rápidamente a este; si sobrevivía a esa caída, seguramente lo acecinaría. Me resigne a morir en ese momento, el corazón lo sentía en la boca del estomago y resonaba estruendosamente en mis oídos.
Cerré los ojos y poco tiempo después sentí unos calidos brazos que me atrapaban. Y al tiempo logre oír una tenue risa a mi espalda. Ene inútil me estaba irritando seriamente, y lo peor de todo, me agradaba que lo hiciese.
-Ahora si estas alegre de verme- dijo con un tono de superioridad único.
-No, estoy feliz de no estar. . .- mi pensamiento se corto y fue remplazado por un notorio sonrojo.  El me estaba cargando como si fuese un pequeño bebe. A parte se acercaba a mi sin importarle nada.
-Rozo tenuemente sus labios contra los míos, y yo simplemente lo deje, me encanto lo que hacía. Tan rápido como empezó, se cortó. Se separo rápidamente y me miro de una forma que representaba burla.
-Viste que te morías por un besito- dijo en un tono prepotente, lo que me hizo sonrojar.
Más que nada me moleste, estaba jugando conmigo, intentando volver a alterarme.
-Bájame ahora- dije en un tono de ultratumba. No iba a permitir que me maltratasen de nuevo.
Aproximadamente un año paso, no supe ni como me volví más tímida e introvertida. No quería que nadie se me acercase. Me sentía mas sola que nunca y por supuesto evitaba estar a solas con el.
Pasaba casi todo mi día con Abigor, hablando como hace siglos que no hacíamos. Pero me sentía triste. Cada vez que cerraba los ojos recordaba el roce de labios y luego lo que me dijo. Resistía todo lo que podía las ganas de llorar. Estaba destrozada por dentro.
Lloraba todas la noches por que volví a caer en la trampa de alguien, como podía ser tan inocente todavía. No podía creer que me haya vuelto a pasar lo mimo. Me volví a enamorar y luego me dejaban caer en la soledad.
En eso se paso el soplo de vida en mi larga existencia. Se me paso tan lento como a un humano común y corriente.
Ese día no parecía distinto a todos los anteriores, hasta que sucedió. Baje temprano, quería estar sola y respirar aire fresco. Camine durante horas en el bosque más que todo hacia Atenas. Me gustaba ese desolado camino, me sentía feliz en el.
En un claro logre ver que había alguien. Allí se encontraban Alouqua e Iysh, el la besaba como si no existiese nada mas para el. Sin más me dio un toque de celos, ellos se querían de verdad, yo solo era utilizada por otros.
Me aleje corriendo sin hace l mas mínimo ruido. De la nada sentí que choque contra alguien y que este me abrazaba con sus cálidos brazos. Subí mi cabeza y me encontré con su dulce mirara de tonalidad marrón.
-Quiero hablar contigo, y tendrás que escucharme- amenazo con un tono que parecía mas dolido que otra cosa.
-Si no hay mas remedio- Respondí mas dolida que nada, aunque se dice que las apariencias engañan, y yo me concentraba en sonar indiferente.
-¿Por qué me evitas?, lo haces desde que te bese- no supe la razón por la que tuvo que ser tan directo, toda mi fortaleza se desintegro en un abrir y cerrar de ojos. Por mi rostro corrían lagrimas de dolor.
-Será por que  lo hiciste para molestarme, será por que sentí tan real algo que tu tomabas a broma- dije a todo pulmón y decidía salir corriendo de allí, pero sus brazos me impidieron la Hazaña.
-Yo no lo hice para molestarte, lo hice como un impulso. Después no sabía como explicártelo y se me salió eso. En serio no quería decirlo, solo que me encanto que me correspondieses.
-¿En serio?- Pregunte sin creérmelo totalmente.
-Yo te Amo, jamás te haría nada malo- seguido de eso junto sus labios sobre los míos y comenzó un dulce pero a la vez demandante beso. Me había enamorado, y lo mejor es que el también me amaba. . .

Salí de inmediato antes de que me pidiesen ayuda. Odiaba ponerme a ayudar a todos. Con lo que no conté fue con la presencia de mi nuevo angelito de la guarda. Me siguió hasta el bosque, donde tenía mi refugio secreto.
Vio mi gran llanura, donde corría siempre, era algo maravilloso sentir el viento sobre tu cara. Quise salir corriendo, pero sentí que un brazo me sujetaba por la cintura.
-¿A dónde crees que vas?- oí que susurraba alguien a mi oreja, y justo en ese momento fue que me di cuenta de que Azra me seguía de cerca.
-A correr un poco, ¿te molesta?- dije mientras me volteaba, lo que fue una pésima idea. Podía sentir su respiración en contra de la mía, eso era algo raro pero placentero.
De la nada, algo rápido  a mi parecer, se separo de mí. Sonrío mientras se acomodaba su largo pelo a rubio. Se veía muy bien así, o eso pensé a penas me perdí en sus inmensos ojos azules como el mar.
-¿Quieres hacer una carrera?- pregunto mirándome fijamente.
-¿Qué me das si te gano?- pregunte interesada.
-Lo que quieras- dijo, y su mirada reflejo un brillo pícaro.
-Quiero alguno de tus dones, yo lo elijo- dije y vi que se ¿desilusionaba?
-Esta bien, el primero en darle 5 vueltas a este claro, deben ser aproximadamente un kilómetro, espero que tengas resistencia- a lo ultimo le puso un tono que no me gusto para nada.
Salimos corriendo al mismo tiempo. Planeaba usar la habilidad que le robe a un tipo para ganar, pero al ver que me alcanzaba, mi orgullo se impuso. Salí corriendo a una velocidad inimaginable, quizás uno de mis dones.
Al  poco tiempo, volví a sentir su respiración a mi espalda, vovtie a ver la razón. Me pareció justo que usase sus alas para impulsarse, después de todo yo usaba mis dones. Me reí cuando terminaba la cuarta vuelta y comenzaba la ultima, el estaba poco detrás mío y yo no me atrevía a voltear.
Cien metros, cincuenta metros, diez metros, dos metros. Acababa de pasar la meta y voltie, pero para mi mala suerte, me caí. Eso si era raro, lo peor fue que el se fue conmigo, cayo sobre mi.
Por el cansancio, mi respiración estaba entrecortada, al igual que la suya. Me sonroje por la cercanía, pero agarre valor para lo que iba a decir.
-Gane- le recordé, al tiempo que lo empujaba delicadamente.
-Lo prometido es deuda- dijo al tiempo que se moría de la risa ayudándome a levantarme. -¿Cuál de mis dones quieres?.
-Tu alegría- respondí rápidamente al ver su linda sonrisa.
Así paso el tiempo, competíamos de una forma u otra casi todos los días, y supuestamente yo le quitaba un don. A los pocos meses me di cuenta que solo los copiaba, pero igual estaba contenta de tener algo de el. Proponía competencias por cualquier cosa, y su respuesta era una bella sonrisa que me dejaba paralizada.
La mayoría de las veces que competíamos terminábamos de una forma embarazosa como la primera vez, y aun así me encantaba estar junto a el. A veces me abrazaba y eso me dejaba embobada, era algo único, lindo…
-¿Te parece ver quien trepa mas rápido ese árbol?- dije riéndome, realmente con el era sincera y feliz. Ya no recurría tanto a Arioch, casi nunca estaba con ella, ya me sentía protegida por otra persona.
-No, esta vez creo que esa competencia es tonta, ¿te parece el que llegue mas rápido al claro?- contradijo con una sonrisa.
-Acepto- dije y Salí corriendo al tiempo, sabia que iba a llegar antes que el, pero igual me encantaba correr. Llegue y al segundo llego el.
-Me debes algo- dije acercándome a él con una sonrisa.
-¿Cuál quieres esta vez?- pregunto tranquilamente- Sabes que no se puede el volar, porque no funcionaria.
-Podías dejarme intentar- sonreí aun mas al ver que adivinaba hasta lo que quería.-Pero esta vez será una sorpresa- dije seriamente, lo que quería no podía decirlo, quería su imagen grabada en mi cabeza.
Me acerque y pose mi mano en su pecho. En seguida una burbuja dorada salio de este y su poso en mi mano. Me la lleve a mi pecho, justo sobre el corazón y allí desapareció. El se quedo viendo el lugar donde mi mano estaba posada con algo de duda.
-Sabes, he estado pensado en algo desde hace tiempo-  me dijo con una voz seria.
-¿En que será?- dije sonriendo un poco.
-Es que yo te he dejado tomar todos los dones que quisieras y yo no he recibido nada a cambio- dijo con una linda sonrisa, de esas que me derretían.
-Lo que tu quieras- le dije dándole permiso de que me pidiera algo.
Me tomo por sorpresa abrazándome, llevo sus manos a mi cintura y se acerco lentamente. Presionó sus labios sobre los míos juntándolos en un suave beso. Cada vez presionaba mas duro, al tiempo que yo correspondía, sentí cono su lengua rozaba mis labios y la deje pasar. Desde hace un año deseaba eso, era lo mejor que me había sucedido en todos mis siglos de vida. . .

-No deberías comer tanto- oí una voz a mi espalda.
-Como como yo quiero- le respondí agarrando otro trocito de fruta. Estaba preparando la cena. Mi madre y Jetamio habían ido a Atenas a pasear un rato.
-Pero te puede hacer daño- me refuto con rapidez.
-En mas de diez mil años no lo ha hecho – respondí restándole importancia.
-Pero eso no quita que te lo pueda hacer- dijo aun mas preocupado.
-Yo soy feliz  así, por que no me dejas en paz- respondí lentamente.
-Pero aun así no me agrada que pases todo el día comiendo- contradijo con sensatez.
-¿Por qué no me dejas en paz?- dije ya harta
-Porque tengo que cuidarte, y en eso entra tu alimentación- dijo con un toque de rabia.
-Esta bien dije soltando la frita y volteando hacia el.
Me sorprendió de sobremanera. Sin dejarme terminar de voltear, ya había juntado sus labios con los míos. Era un beso dulce, no duro mucho, aunque me dejo sonrojada. No dijo nada cuando se separo, simplemente se sentó en una silla y comenzó a jugar con los utensilios de cocina.
Me moleste, y mucho, no le importaba nada lo que yo sintiera, todos son iguales. Aun recuerdo a ese joven que me beso por primera vez, sus ojos grises me hipnotizaban. Pero se sobrepaso cunado intento hacerme estar con el cuando yo no quería.
Desde ese momento no confío en nadie, y mi liberación era comer todo el tiempo. Recuerdo cuando me avisaron que lo encontraron muerto, yo ni me inmute, fue recibido como un alivio.
A pesar de todo eso, hoy en día me entristece su muerte. Siento que fue por mi culta, después de todo, yo fui la que hizo que se fuera de mi cada tan entrada la noche y amaneció en ese estado. Deje soltar un par de lagrimas y antes d poder limpiármelas sentí una calida mano haciéndolo por mi.
Abrí los ojos y lo primero que vi fueron sus negras orbes fijas mirándome. Me recorrió un escalofrío y quise salir de aquel lugar. Lo empuje suavemente, pero el me abrazo de forma firme pero dulce.
-¿Qué sucede?...
Un largo año había pasado. El pasó de ser solo un acompañante o vigía a mi mejor amigo, mi confidente. Pasábamos largas horas hablando del pasado de cada uno, y el actuaba de una forma muy protectora conmigo.
Me encantaba cuando me tomaba en sus brazos y me remontaba por las nubes. Allí comprendí la Razzano de que a mi hermana le gustase estar en ese lugar, todo en paz y armonía.
-Yibrial, estoy cansada, ¿podemos volver?- pregunte volviendo a maravillarme con sus negras orbes.
En ese momento, tan repentino como la primera vez, junto sus labios con los míos, mientras que remontábamos el azul firmamento.
-Te Amo- dije amenas me soltó, fue algo espontáneo, fue justo lo que sentía.
-Y yo a ti- dijo y luego volvió a besarme. . .

Me desespere al ver que solo quedábamos los dos en la sala. El mirándome con sus ojos marrones y yo intentando desviar la mirada. Pase de estar incomoda a muy incomoda al ver que no desviaba la mirada ni un solo momento.
Me levante con la gracia de un felino, debía irme de aquel lugar o perdería la compostura. Eso me hacía pensar bastante, me sentía insegura en su presencia, y al mismo tiempo protegida.
Recordé mientras redirigía al lago, cuando estaba confundida me encantaba nadar. . .
“El una de las ramas cercanas estaba un  muchacho de espalda a ella. Como venganza por haberla asustado decidió empujarlo, no se haría tanto daño desde tan poca altura. Cuando estaba lo suficientemente cerca intento empujarlo, pero este se aparto a tiempo, haciendo que ella se cayese.
Intentando atraparla, la agarro de la mano, pero el impulso fue demasiado fuerte y se fue con ella. Agares cayó de espalda con el desconocido encima de ella. Las manos de el estaban a los lados de su cuerpo, mitras que las piernas junto a su cadera. Su cabeza estaba al lado de la de ella y respiraba profundamente junto a su oído.
Si la muchacha estuvo impresionada alguna vez en la vida, esta era la peor situación de toda su existencia. Su cara de seguro superaba el color rojo vivo y sentía pena de intentar levantarse. Respiraba profundamente intentando pasar el susto que nunca admitiría que tuvo.
Al pasar un rato le pareció demasiada incomoda la situación. Como el no reaccionaba decidió intentar que este se levantara.
-¿Podrías levantarte? – dijo con un hilo de voz.
-Perdón- respondió este poniéndose de pie e intentando ayudarla a levantarse.
-¿Quién eres? – dijo ella una vez de pie
-Yo soy Aggelos, tú debes ser Agares- afirmo”
Suspire mientras me quitaba parte del vestido, debajo de el tenia una prenda interior que usaba para bañarme en el lago. Deje todo junto a un árbol y salte al agua. Sentí que la corriente se llevaba todo tipo de preocupación.
Todo hasta que siento un par de cálidas manos en mi desnuda cintura. Grite sin querer y una gran cantidad de agua entro a mi boca. Sentí que ya no podía respirar, todo el aire se me escapaba. Entonces todo se volvió negro.
Cuando me despierto, lo primero que veo son unos preocupados ojos color avellana mirándome.   Me quede perdida en ellos, hasta que noto que puedo respirar. Veo que estoy tirada en el suelo junto al lago. Vuelvo a subir la mirada y estaban esos ojos marrones fijos en mí.
-Disculpa, no debí asustarte, lo ciento- dijo apenado.
-¡Yo no me asuste, y hazme el favor de quitarte de encima!- Le grite, y a penas lo hizo fui por mi ropa.
Me interne en el bosque y sin perder tiempo me vestí, el me hacía sentir extraña. Si, se que soy algo rara, pero siempre soy fría con todos para protegerme. Jamás le revelaría a nadie que aparento la superioridad para ocultar algo.
Creo que solo Alouqua sabía que me habían violado cuando tenía 200 años, desde entonces no he vuelto a ser la misma.  No quisiera recordarlo, fue tan  doloroso. Sin poder evitarlo lagrimas corrieron por mis mejillas. Ya no podía hacer nada, mi mascara de indiferencia se había destrozado.
Me deje caer en el suelo y llore, no sabia si alguien me veía o no, ya ni me importaba, solo quería llorar y llorar. . .
Paso un año, y el se comportaba distinto, como si no quisiera molestarme. Paseaba junto a mí sin dirigirme palabra, solo hablaba cuando otros le preguntaban algo o para decir cosas importantes. Y aunque no quisiera admitirlo, su silencio me dolía.
Ese día decidí preguntarle la razón. Debía saber por que nunca quería hablarme ni mirarme fijo.
-¿Por qué tan callado últimamente?- dije parándome frente a el, estábamos junto al lago.
-Creí que no querías hablarme- contesto con indiferencia, volteándose y comenzando a caminar.
-¿Qué te hizo creer eso?- Cuestione
-El día que casi te ahogas en el lago, después de que despertaste, saliste corriendo y cuando te encontré estabas llorando. Creí que me odiabas por algo- dijo deteniéndose.
-Yo no lloraba por eso- dije sin prestarle atención al hecho que admitía haber llorado.
-Si no fue por eso, ¿Cuál es la razón?- dijo encarándome.
-Recuerdos dolorosos- dije como única respuesta.
-¿Qué clase de recuerdos?- cuestiono rápidamente.
-De esos que por mas que quieres olvidar, jamás podrás.
-Y, ¿puedo oírlo?- eso me descoloco, pero debía responderle, y lo único que se me venia a la mente era la verdad.
-Fue cuando tenía 200 años. Paseaba por doquier, no miraba lo que sucedía, era muy distraída. Jamás sentí que me venían siguiendo, hasta que ciento esa mano sobre mi hombro- Los ojos se me aguaron justo en ese momento.
“Cuando volteo, un hombre grotesco me encierra en un sitio desconocido para mi y…- no pude continuar, las lagrimas brotaron por si solas.
De la nada sentí que un par de brazos me rodeaban. Me abrazo con fuerza y luego limpio mis lagrimas.  Me miro fijamente y se acerco poco a poco. Sus labios se juntaron con los míos, mientras una de sus manos se colocaba en mi cadera.
La otra se quedo en el cuello, y de un momento a otro, me atrajo mas hacia el profundizando ese beso. No me soltó hasta que me quede sin aire. Recostó su frente con la mía. Perspirábamos entrecortadamente.
-Jamás pensé que me enamoraría de la demonio más testarudo y mas bella de todas. Te amo Agares.
-Y yo a ti Aggelos. . .

Se captaban los indicios de la venidera batalla, el bien y el mal se enfrentarían, alterando el orden del universo. Increíblemente el supuesto mal lucharía en nombre de la bondad, de Dios. Los que se hacían llamar buenos, peleaban honrando a alguien desconocido por todos.
Las demonios estaban en el centro del campo de batalla, situado a dos semanas de Atenas. Sus guardianes a su respectiva diestra mostraban miedo, no querían perderlas. Las parejas se miraban con una mezcla de amor y miedo, no querían que la soledad los volviese a absorber.
Los ángeles admiraban a sus amadas como jamás lo habían hecho. Enfrentaban el miedo de perderlas eternamente. Las demonios suspiraban por sus pesares pasados y se fortalecían con la idea de volver a estrechar entre sus brazos al ser  amado.
Un amor prohibido, superando las fronteras del odio y la mezquindad, siete ángeles de alta clase enamoradas de las siete pecados, las demonios mas grandes del universo.  Y, sonando increíble ambas partes darían su vida con tal de estar un momento mas con el ser que tanto amaban.
Lejanamente se iban acercando quienes sellarían su destino, las siete virtudes. Todas con su mirada Fría y lejana, perfectamente iguales. Ojos azules y pelo amarillo, piel nívea y perfecta. Adornando sus características unas blancas alas libres de toda mancha.
Increíblemente el ser que parecía más perfecto era el más desalmado de toda la existencia. Volaban con su meta definida, destruir  al mal que en las otras siete habitaba.
La batalla que definiría el destino del universo estaba llevándose a cabo. Cada demonio usaba sus poderes de una forma única, increíble. Apoyadas por sus amados seguían la lucha, cada uno contra su complemento.
Soberbia contra humildad; Gula contra voluntad. Ira contra perdón; así iban peleando sin fin, la batalla mas deseada por el reinado de los fuegos infernales.
El príncipe de los muertos, el de rojas llamas enviaba a las virtudes en su nombre. Las había engañado, peleaban ya sin alma, sin propósito alguno. Muy por el contrario luchaban los siete pecados, siente almas fuertes, rescatadas de los mas oscuros valles de la agonía.
Dios, del lado de las demonios, envió a su ejercito para la fortaleza, mientras que Lucifer  mando a los muertos de alma corrompida en su nombre. La batalla era colosal, Los hijos del cielo y los refugiados del infierno batallaban en un encuentro sin fin.
Lilith, recién enterada de la situación aparece en medio del campo de batalla, haciendo que sonase una leve explosión que capto la atención de todos.
-No os puedo pedir, mucho menos ordenar que detengáis la lucha. Pero puedo dar mis dones a favor de ambos bandos, para la salvación de la especie humana. – recito firmemente la madre de los demonios mientras se oscurecía el cielo y aparecía la luna, alejándose cada vez mas de su orbita.
Tantos ángeles como demonios se admiraron del hecho, la batalla llevaba un rumbo desconocido para ambos bandos. La luna llego a un punto lejano, pareciendo mas bien una estrella en medio del firmamento.
-Les doy el beneficio de la Luna Negra, hijas mías luchad con honor, Las amo a todas- termino con lágrimas en los ojos al tiempo que se dirigía hacia el otro bando- Ustedes seres sin alma, les regreso lo que por nacimiento les pertenece, ustedes discernir de lo que deberían hacer- Siete esferas azules brotaron de sus palmas abiertas, mientras que el brillo en los ojos de las virtudes.
Desapareció la demonio, llevándose consigo el espíritu bélico antes presente en ambos ejércitos. Uno a uno los ángeles y muertos fueron desapareciendo, hasta solo quedar veintiún cuerpos en el campo.
Siente demonios, siente virtudes y siente ángeles. Virtudes con sus azules orbes llenas de arrepentimiento y buscando castigo. Pecados intentando hallar la forma de liberar de sus culpas a las virtudes. Ángeles adoloridos por su posición en la lucha, se tendrían que retirar, con el corazón dolido a punto de estallar.
Entonces apareció el señor celestial dictando sentencia de los actos.
-Ustedes, nombradas virtudes se han unido al lado de las llamas eternas, y aunque estando arrepentidas, un castigo deberán tener- Sentencio con una voz llena de bondad.- Ustedes llamadas pecados lucharon con valor a mi favor, ganándose el perdón de sus culpas. Pero no por eso deberán dejar de tener un castigo.
“Ángeles, mis fieles vasallos y amados hijos, han cometido un acto compasivo y bondadoso, por lo cual les daré a elegir entre dos opciones. Si aceptan la primera, regresaran conmigo al reino de los cielos, extendiendo su existencia durante toda la eternidad, pero perdiendo al ser que aman con locura.
“La segunda es quedarse y protegerlas durante toda la eternidad, estar junto a ellas en la bondad y la angustia, en la alegría y la tristeza, y así poder ayudar a mantener el equilibrio en el universo.
Los Ángeles con su decisión tomada desde el comienzo, renunciaron a sus preciadas alas, convirtiéndose en protectores eternos.

-Virtudes- retomo la palabra el señor celestial- sus ojos fueron cegados y se descarrilaron del camino predicho. Como una oveja perdida, las he buscado y encontrado, pero su castigo han de tener. Solo se me ocurre una cosa, que será el castigo tanto de Pecados, como de virtudes.
“Cada una se unirá a su contrario, formando una sola alma, protegida en el cuerpo de Arioch, Asmodeo, Alouqua, Agares, Abigor, Aamon y Agramon. Ese será el castigo de ambas partes- tal como lo dijo, desaparecieron las siete ángeles, convirtiéndose en haces de luz blanca, que se fusionaron con el alma de las siete elegidas.
Háganme el favor de protegerse los unos a los otros, el equilibrio del universo esta en sus manos, Ya no se como agradecerles por los favores hachos a mi amado reino, reinará por fin la paz y la unidad
Desde ese momento hasta nuestros tiempos, todo se ha convertido en un simple hecho de opuestos, todo tiene su contrario, cada cosa tiene su complemento. Si no existiese eso, el mundo sería aburrido y monótono, cada quien es distinto y cada quien tiene su propia experiencia por contar.
Aquí les dejamos nuestro eterno legado, escrito por nosotras mismas y presentado desde nuestras vidas. Cada una tuvo una experiencia distinta, pero todas fueron superadas con tal de tener el amor del ser mas querido en todo el universo.
Aquí en este momento nada mas puedo llorar de alegría al escribir las ultimas palabras de nuestra leyenda, una historia que jamás morirá, aquella que a penas acaba de nacer.